El dinero, salvo que la máquina de billetes del banco central entre en acción, es como la materia: ni se crea, ni se destruye, tan solo se transforma. Era pues lógico pensar que si a muchos habitantes de este país les ha ido bastante mal durante esta crisis, a la fuerza debía de irles bastante mejor a otros. La publicación, hace unos meses, del informe sobre la riqueza en el mundo (elaborado por las sociedades Capgemini y RBC Wealth Management) no hizo sino confirmar ese paradigma: en 2014 había 16000 nuevos millonarios en España (esos datos no tienen en cuenta los bienes inmobiliarios, tan solo la fortuna inmediatamente invertible). Otro informe publicado en marzo por la OECD (Organisation for Economic Co-operation and Development) arrojaba una luz mucho más cruda sobre ese dato: España es el país de la OCDE en el que más han aumentado las desigualdades sociales…

Analizando estos datos, resulta difícil no pensar en las medidas que los gobiernos de muchos países y las empresas han adoptado durante la crisis: se han congelado y recortado los salarios, se han eliminado un sinfín de ayudas, se han endurecido las condiciones de acceso a los servicios médicos, etc. Nos vendieron la moto de que teníamos que hacer un esfuerzo para salir de la crisis y muchos hemos visto nuestro poder adquisitivo menguar sensiblemente. ¿ Todo eso para qué ? Para darse cuenta que los ricos son hoy en día mucho más ricos y que los pobres son mucho más pobres. No es de extrañar, en estas condiciones, que los ciudadanos estén dando la espalda a los partidos tradicionales, que fallaron estrepitosamente a la hora de protegerles del excesivo apetito del poder oculto que maneja nuestras economías. Es más: muchos políticos participaron en el festín y son ya demasiados los casos de corrupción y los ejemplos de “puertas giratorias” que demuestran hasta qué punto existe una connivencia entre los grandes partidos de gobierno y las grandes empresas, que ejercen su poder a través de ellos. El tiempo de las cacerías en las que grandes empresarios y políticos disfrutaban de una tarde de campo en selectos cotos de caza parece que se está acabando…

Las ventas de Ferrari han batido un nuevo récord en el primer semestre de 2014. La crisis no afecta por igual a pobres y ricos… / Autor: Thesupermat / Licencia: Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license. / URL: Wikimedia Commons

La eclosión y el vertiginoso ascenso de “Podemos” es, hasta ahora, el síntoma más evidente de la desafección de muchos ciudadanos por los partidos políticos tradicionales. Aunque no esté muy claro, de momento, cuál será la capacidad real de ese partido para asumir responsabilidades de gobierno, al menos supone un alivio constatar que el rechazo de los ciudadanos lo encauza una propuesta política coherente y bastante razonable, por más que choque frontalmente con los intereses de los pudientes, que deberían empezar a darse cuenta que han llevado demasiado lejos el proceso de acaparamiento de las riquezas de este país. Como no mejore sustancialmente la situación de los más desfavorecidos, puede que lo que de momento es una reacción pacífica y democrática algún día cambie radicalmente de naturaleza y que la desesperación y la frustración de la gente se exprese de una manera mucho más violenta. Afortunadamente, el tejido social ha logrado hasta ahora amortiguar los efectos de la crisis pero resulta indignante que las familias (en sentido amplio) sean las que tengan que hacerse cargo de los efectos de la crisis mientras una pequeña minoría disfruta, sin ningún tipo de vergüenza y de disimulo, de su cada vez mayor riqueza.

No tengo la más mínima noción de economía pero si queremos que este país salga adelante y que no estalle una auténtica revuelta popular, es preciso reverter los procesos que han llevado a la situación actual: los salarios tienen que volver a subir, los trabajadores deben volver a tener la capacidad de ahorrar y de alimentar la demanda interna. Y eso solo es posible si las empresas reparten más equitativamente sus beneficios, si los más ricos pagan sus impuestos en el país que les ha permitido enriquecerse (en vez de evadir su dinero a cuentas en paraísos fiscales) y si las personas, en general, empiezan a pensar a más largo plazo y en beneficio de todos. No puede ser que a estas alturas de la crisis aún haya personas pidiendo 1000 euros de alquiler por pisos que no valen ni la tercera parte. Y es que si bien es cierto que los bancos y las grandes contructoras de este país contribuyeron en gran medida a inchar la burbuja inmobiliaria, no es menos cierto que la codicia de muchos particulares, que se dedicaron a comprar y revender pisos e hicieron del negocio inmobiliario su jugosa fuente de ingresos llevó este país a la situación actual.

Autor: Gallowolf / Licencia: Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license / URL: Wikimedia Commons

Estos especuladores, sin embargo, no se llevaron la peor parte en esta crisis, se forraron mientras crecía la burbuja. Las víctimas fueron los últimos llegados al mercado laboral: inmigrantes y jóvenes, que se creyeron el cuento de los bancos y de las inmobiliarias y que de pronto han visto truncados sus proyectos de vida, teniendo que asumir unas deudas desorbitadas que nunca conseguirán pagar. Esa es la trista realidad: pagan el pato de la crisis aquellos que menos responsabilidad tienen en ella y resulta particularmente llamativo que las multimillonarias ayudas que recibimos de Europa sirvieron para reflotar entidades bancarias mientran se hundían miles y miles de familias…